Ladies and Gentleman (parte I)

Audio de platillos. Aplausos. Ovación.
Luz principal directo a Minga.

Compañeros y compañeras volvamos a ubicarnos en los roles que nos corresponden.
A que podamos decir que la palabra mujer sea sinónimo de dama y la de hombre, caballero.
Ambos sexos están virando a una nueva práctica, en la que no definirse es lo mejor.
Volvamos al hombre que acerca la silla para que te sientas una reina; a que deje pasar primero; a que pague la cuenta; a que invite un copetín (o una gaseosa)
Una mujer del público interrumpe: ¡Minga! Ya no hay hombres como los de antes.
Mi querida, siempre lo pasado fue mejor. Antes imitaban a Humphrey Bogart y ahora imitan a un pánfilo que sale de un reality show.
Miren. Voy a decir algo que no iba a contar. Pero…
Público: ¡Que lo cuente, ¡que lo cuente, ¡que lo cuente!
Minga delínea una sonrisa y mira de reojo a un costado, no mira a nada ni a nadie, es el gesto que tiene que hacer para ser más canchera.
¡Oleee, ole ole! ¡Minga! ¡Minga! ¡Minga!
Bueno bueno, gracias. Volvamos al tema.
¡Ole ole ole! Minga, Minga (el segundo Minga fue más despacio que todos)
Su voz pisa el último ole.
Sin ir más lejos, en el último ágape que presencié pude relojear una situación grotesca, un batifondo; Un hombre estaba haciendo el verso a una señorita, ella tropieza con un escalón, oigo que el caballero (Minga hace gestos de comillas en el aire) comenzó a reírse a carcajadas y la señalaba, como si fuera un jolgorio que la señorita se haya dado un sopetón. El le dice; ¿estás ciega o qué? Casi tiras mi celular. Ella le tendría que haberle colgado la galleta. Vaya uno a saber si lo hizo o no.
No queremos hombres que vistan lompas ajustados, que se les caigan; ni que se vea la estampilla de el calzoncillo, no nos interesa saber; ni que peinen con copete de costado y se alisen el pelo; ni que vayan a la cama solar, queremos hombres curtidos por el sol, carajo!
Minga eleva el tono de voz.
El público intenta cantar el Ole ole, pero Minga sigue hablando.
Queremos a hombres bien plantados, esos que sabían beber un buen whisky con hielo, que llevaban sombrero, me pregunto: Señoras y señoras, si los pebetes de ahora se sacan la gorra de visera para poder quitarse ante las señoritas, esos que se fumaban un puro en una tertulia y miraban de reojo, ¿dónde están aquellos hombres con registros de Marlon Brando?
¡Ovación! Aplausos. ¡Ole ole ole! Minga, Minga.
Hablo de hombres educados; cajetillas; silenciosos cuando la situación lo amerite; torpes; íntegros; esos que sabían aprovechar una bicoca. Aunque te miren el trasero. Hombres cambalaches pero con reputación, que te hacían temblar las piernas con una mirada. A los que era posible llamar de ese modo sin tener que aguantarse las risotadas. No queremos más tarambanas, ni que nos digan el temido enunciado: Es un Touch and go. Queremos a un muchacho compadrito capaz de descolocar a una hembra como Dios manda y hacerle perder la vergüenza.
Aplausos. Muchos.
¡Señoras si llegan a saber de uno háganmelo saber! Porque todavía los hay.

Minga se despierta algo extraña, con la garganta reseca, mientras desayuna piensa; ¿Qué haría hoy Sophia Loren con algunos de éstos floggers?