El primer eje difícil de tildar.

- Hola, Angy. ¿Cómo andas, qué hacías?

- ¡Mingui! Acá ando. Haciendo nada. Te das cuenta que las dos preguntas quieren decir lo mismo en este contexto.
Bastante aburrida.

- Yo también por eso te llamo.

- ¡Ah! Que bueno yo también te iba a llamar porque estaba aburrida. Por suerte llamaste y gastas vos.

- Ja. ¿Qué comes?

- Una manzana verde.

- ¡Dale! Que vas a comer una manzana verde. Que hija (...). Hace diez años que nos conocemos, somos grandes Angy. De derecho y de revés. No estás comiendo una manzana verde y menos un domingo a las seis de la tarde.

- Lo que vos digas Minga. ¿Qué tal tu trabajo?

- No entró nadie nuevo. Me siguen pagando lo mismo, no me ascendieron y Jorge, el tesorero sigue trabajando también. Digo buen día todos lo días y pido un café con leche a las once, once y cuarto.

- Ah mira. Sabes que el café con leche me cae mal a esa hora de la mañana, me mata la nata.

- ¿Y el tuyo?

- Me cambiaron la tarjeta para entrar, ahora es de color marrón con borde en rojo y tiene una foto cuatro por cuarto.

- ¡Me en-can-ta la combinación marrón y rojo! La foto no la puedo visualizar, ¿seguís con flequillo?

- No.

- No, no la puedo visualizar. Por un momento me olvidé de cómo era tu cara.

- Tengo el pelo negro, la cara un poco angulosa, ojos rasgados. Metro sesenta. Estoy más flaca.
Te decía. Lo nuevo del trabajo es el chico del delivery, ahora es una chica bastante mala onda la pendeja. El otro día se hizo la buena y me quiso dar su curriculum vitae (quiere cambiar de trabajo la pobre) ¿Sabes donde quedó el CV?

- Sí sí. Ya me acordé de vos. Contame algo más.

- No sé que contarte hablamos todos los días Angy, no me pasan cosas todos los días.

- Es que en realidad no pasa nada.

- Algunas veces conjugas oraciones que tienen sentido, por esa razón será que sigo siendo tu amiga. Tenés razón hay días que no pasa nada, Che.